Iba caminando sobre ramas secas en un espeso día de niebla. Lo que más se veía entre las hojas podridas de otoños eran sus zapatos rojos. Andaba preocupada, meditaba sobre los hechos ocurridos la noche anterior, aquello en lo que iba centrada su vista era en sus zapatos rojos. Siempre los había visto en tantas ocasiones, bailando, saltando charcos, empapados por la lluvia, caminando deprisa...Hoy eran especiales, hoy tenían algo que le absorbía de todo mundo ajeno a ellos. Pensó en el día que se los regalaron, llevaba meses ahorrando, pero ella nunca había conseguido reunir tal dinero. Un buen día cuando despertó los encontró en una caja con un gran lazo, alguien muy especial se los había regalado. Nunca le había comentado a nadie que quería esos zapatos rojos. Alguien sabía que si se los regalaba, sería la chica más feliz de la tierra. Ahora solo pensaba en los hechos del día anterior y como descubrió el horrible secreto que guardaban esos zapatos rojos. ¿Cómo podía ser? No se lo creía, pero ahora necesitaba deshacerse de ellos. Llego hasta el río más cercano de su casa y los tiró sin pensarlo dos veces. Tantos recuerdos que ahora se iban, pero no podía tenerlos más junto a ella. Ahora, era el momento de volver a andar descalza y correr. Corrió lo más deprisa que pudo sin mirar atrás y, como siempre, sus pies comenzaron a sangrar por el roce con el asfalto. Como siempre, volvió a ser ella y sin zapatos rojos.
